(C) Marilú Ickes
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Una revista publicó un estudio realizado por el Dr. Sigal Barsade de la Escuela de Wharton que reflejó que el estado de ánimo es contagioso. Explicó el Dr. Barsade que cuando estamos en una reunión, si alguien está de mal humor, es cuestión de tiempo para que el resto de personal se malhumore también. Esto ocurre para el buen estado de ánimo también. Este fenómeno es conocido como “neuronas de espejo”. Estas neuronas en nuestro cerebro son las responsables por nuestro deseo de imitar y replicar las emociones en otros. Haga la prueba. Caminando por la calle, ¿qué hacemos cuando alguien nos sonríe? Sonreímos ¿verdad? De igual modo cuando nos miran feo. Se nos nota en la cara que alguien nos miró feo.
¿Qué podemos hacer los que tenemos a Cristo en nuestras vidas? Nosotros, como creyentes damos frutos de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,mansedumbre, y templanza. Dice la Biblia, que contra tales frutos “¡no hay ley!”. Amados, dado que tenemos el Espíritu de Dios en nuestros corazones podemos dar lo contrario a lo que el mundo nos ofrece. No repliques los gestos que no edifican. Procura que tu rostro refleje los frutos que damos los que servimos a Dios. Me preguntarás cómo se puede hacerse esto si la ciencia dice que es una reacción natural de nuestro cerebro. Gálatas 5:24-25 dice “que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” Además, 2 Timoteo 1:7 dice que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” Sonríe al que te irrita. Ayuda al que te ofende. Haz lo bueno sin importar a quien. Proverbios 25: 21-22 dice que “si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, Y si tuviere sed, dale de beber agua; Porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, y Jehová te lo pagará.” Si el apóstol Pablo dijo que sobre los frutos del espíritu no hay ley, entonces, todo lo negativo que vemos en frente a nuestros ojos podemos contrarrestarlo. Podemos dar los frutos que son dignos de arrepentimiento porque acuérdate que Dios no nos ha dado espíritu de cobardía sino de poder, amor, y dominio propio.
Hazte del propósito de reflejar a Cristo en tu vida no importando lo que veas de frente.