“Y Noemí dijo: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella.” (Ruth 1:15) ¿Cuántas veces hemos escuchado frases similares? “Mis padres ya no van…”, “mi hermana ya no me acompaña…”, “mi novio se apartó…”, “mi marido…”, “mi hijo…”, “el vecino…” Esto trae a mi memoria un antiguo himno Voy de Camino a Tierra de Canaán. Y si mi madre no va, ¿qué me impide a mí? Y si mi padre no va, ¿qué me impide a mí? Si mi hijo, mi hermano, y cualquiera no va ¿qué me impide a mí? ¿Qué te impide?
Ciertamente queremos que los que amamos sean salvos. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:31). Esa es una promesa a la cual nos aferramos; oramos por nuestros amados para que acepten a Jesucristo como su salvador. Pero, ¿nos va a detener el que ellos no reciban a Cristo? ¿Nos va a detener el que ellos se aparten? ¡De ninguna manera! Dice la Biblia que “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12). Nadie hereda la salvación, “la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él” (Ezequiel 18:20).
Ruth muy bien pudo seguir tras sus antiguos dioses, su familia, y tras Orfa. Noemí le instó así hacerlo. ¿Qué le impedía a Ruth ir tras Orfa? De todos modos vivió con ella por los últimos 10 años de su vida, ¿no? ¿Qué le impidió? Decisión y voluntad. Ruth tuvo la opción de decidir entre sus antiguos dioses y Jehová Dios de los Ejércitos. Salmo 40:8 dice “el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”. Cuando estamos inmersos en la Palabra de Dios (como Ruth aprendió de Noemí por los últimos 10 años) somos guiados en la senda de sus mandamientos; somos inclinados a guardar su Palabra y hacer la voluntad de Dios. Dice el Salmo 119:33-35 “Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón. Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad.”
No te enfoques en aquellos que se salen del camino. Mantén tus ojos en Cristo “olvidando ciertamente lo que queda atrás, [prosigue] a la meta, al premio del supremo llamamiento de dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14) “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos (Efesios 6:18). Mantengamos nuestros amados en ferviente oración, sabiendo que el fin se acerca, pero “poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2).