Marta, Afanada y Turbada

Los afanes de la vida nos distraen y perdemos nuestro enfoque en Jesús.

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Hoy quiero presentarles un espejo donde mirarnos, contemplarnos, estudiarnos, y reflexionar. Ese espejo es Marta. Marta era una mujer que unos dicen que era viuda y otros piensan que nunca se había casado. Su casa ciertamente no tenía un padre o un esposo, sólo un hermano.  Marta era una mujer emprendedora, luchadora, y dedicada. Escritores le reconocen a Marta un destacado liderato. La Biblia identifica la casa donde ella vivía como “la casa de Marta”. Añaden que este dato resalta la superioridad en personalidad que tenía esta mujer.  Harriet Beecher Stowe (1873) expresó:

Marta, en su vestido judío y su contorno, es, después de todo, exactamente como una buena mujer que frecuentemente es vista contemporáneamente, -una dotada de facultades necesarias para manejarse en el mundo, aún, sinceramente religiosa. Ella es energética, inclinada a los negocios, por cierto, ortodoxa estricta, y siempre lista para cada emergencia. Ella vive en el presente, vive fuertemente e intensamente, y su religión exhibe en sí misma a través de formas regulares y agenciales.

Stowe pensaba que Marta era una mujer autoritaria y con sus manos puestas en lo que la destacaba: requerimientos, etiqueta, detalles de moda, y los miles particulares para mantenerse con el pie dentro de la sociedad y posiciones en el mundo. Cuando miramos a nuestro alrededor podemos ver exactamente lo mismo. Esta similitud no es pura coincidencia…

Hoy día estamos rodeadas de personas prestas a organizar, cocinar, entretejer, y hacer todo lo necesario para que la actividad sea todo un éxito. Todo tiene que verse bonito. Todo tiene que oler bien. Todo tiene que tener buen sabor. Participamos en todos los comités que podemos. Y todas estas actividades terminan manejando nuestras propias casas. Nuestro afán por lo bonito, bueno, organizado, y la alegada excelencia terminan controlándonos. Al fin y al cabo, ¿cuál es el problema? todos admiran la labor y honran los miembros del comité. Es un asunto de honor. Así mismo estaba Marta, involucrada socialmente, involucrada religiosamente, involucrada familiarmente, en fin, involucrada. Involucrada a tal punto que Jesús le dijo “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas”. En medio de todas las ocupaciones y todo el ‘ajetreo’ de la vida, la Biblia dice que Jesús amó a Marta. Marta fue excelente anfitriona para Jesús. Pero Marta estaba tan involucrada que se afanó y se turbó.

Así mismo nos pasa a nosotras. Nuestras iglesias están llenas de mujeres que son religiosas. Mujeres con las manos llenas de cosas qué hacer.  A la agenda o el calendario no le cabe un papelito más. Codificamos para poder distinguir qué actividad le pertenece a qué institución. El anaranjado, deporte de hijos. Violeta, actividades de iglesia. Azul, asuntos matrimoniales. Blanco, familia del esposo. Verde, citas financieras. Amarillo, citas médicas. Y así sigue. En realidad, estamos abrumadas. Nos sentimos que vamos colina abajo sin frenos arrastrando lo que nos encontramos de frente. Aquí es donde nos encontramos en problemas. La conversación entre Jesús y Marta fue en la lid de identificar y señalar dos problemas, el afán y la turbación.

El afán no es de Dios. Fíjate que no estoy diciendo el estar ocupados, dije el afán. El afán es el trabajo excesivo, solícito y congojoso. El afán es fatiga, penalidad, apuro, prisa. Cuando nos afanamos estamos corriendo desesperadamente de arriba abajo, nos fatigamos, trabajamos de más y nos causa congoja. Dice la Biblia que “en vano se afana; amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá” (Salmo 39:6). Mateo 6 dice  “¿y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” Cuando estamos sumergidos en los afanes, la palabra de Dios se ahoga en los afanes, riquezas y placeres de la vida quedando atrapada sin poder dar fruto. Por otra parte, el afán provoca turbación. La turbación altera e interrumpe el estado o curso natural de algo; causa confusión, desorden, y desconcierto. Cuando nos turbamos perdemos la paz por el desorden y el desconcierto que el afán provoca.

Estar ocupado es totalmente diferente. Por definición, ocuparse es tener qué hacer o en qué trabajar. Cuando estamos ocupados, planificamos e invertimos un tiempo determinado a una tarea, comité, u oficio. El apóstol Pablo exhortó a la iglesia de Tesalónica a que estuvieran tranquilos, ocupados en sus negocios y trabajando con sus manos a fin de se comportaran honradamente y no tuvieran necesidad de nada. En la carta a Tito Pablo dijo, los que creen en Dios procuren estar ocupados en cosas buenas y útiles. Cuando nos ocupamos, crecemos. Cuando nos afanamos, nos enfermamos. Jesús dijo, no se turbe tu corazón ni tengas miedo. Cree en Dios, cree también en mí. Dijo también, “mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”.

Cuando Jesús llega a la escena, Marta y su familia se unen a la corriente y comienzan a ver al Maestro en acción. Compartieron de cerca con Dios, vieron su obra, conocieron su carácter, sintieron su amor, y se llenaron de su espíritu. Yo estoy segura que la conversación entre Jesús y Marta fue un momento decisivo. Marta no podía ser la misma. Luego de la resurrección de Lázaro, Marta servía (Juan 12). Ese era su don. Servir, servir y seguir sirviendo. Pero ahora servía en orden, sin afanarse. Servía con las prioridades. Servía sin congoja ni turbación.

En esta hora yo te invito a reflexionar. ¿Cómo servimos? ¿Por qué servimos? ¿A quién servimos? ¿Qué servimos? Es tiempo de dejar la religiosidad y comenzar a nutrir nuestra relación íntima con Dios. Es tiempo de ordenar nuestras vidas y actividades según el plan de Dios. Es tiempo de comenzar a preferir la mejor parte, una relación íntima con Dios. La parte que nadie te puede quitar. La parte que nutre tu alma. Es tiempo de establecer prioridades, organizar tareas, delegar, y descartar lo innecesario. Dios quiere que seas feliz y tengas paz.

Créditos:

  1. Transfondo musical en version audio: Alexis Ortega, La niña de tus ojos  de la producción ‘Destello de tu gloria’.
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